200 Best. Aprendiendo de la ciudad informal

Desde la C.guide hemos propuesto la selección 200 Best. 200 obras que responden de manera ejemplar a los retos y oportunidades de la arquitectura contemporánea en el mundo. En estos artículos profundizamos en las líneas temáticas con las que se estructura la lista.


Uno de los grandes impulsos del movimiento moderno en arquitectura fue el de resolver el gran problema habitacional. ¿Qué hacer con las grandes masas de personas atraídas por la industrialización hacia las periferias de las ciudades, y cuyas condiciones de vida eran terribles? Tras la Segunda Guerra Mundial, la construcción de viviendas colectivas públicas fue generalizada en Europa gracias a la financiación del plan Marshall y la hegemonía de la socialdemocracia. Funcionalidad, estandarización, prefabricación, ventilación cruzada, buena orientación para favorecer el soleamiento… Eran los conceptos clave para generar los nuevos barrios periféricos que construían una forma racional de habitar. 

En España, el problema de la emigración rural a las grandes ciudades se abordó a partir de la segunda mitad de los años cincuenta. Fue de la mano de un talentoso grupo de arquitectos jóvenes como Sáenz de Oiza, José Antonio Corrales o Alejandro de la Sota. Éstos concibieron nuevos barrios que, además de integrar las ideas de la modernidad arquitectónica, eran capaces de producir espacialidades que conectaban a sus habitantes con sus lugares de origen rural.

Mientras en Europa se dejaban atrás los barrios informales en la segunda mitad del siglo XX, en el resto del mundo el proceso era inverso. Hasta tal punto que, al inicio del siglo XXI, ONU-Habitat calculaba que un tercio de la población mundial vivía en barrios informales. A la par, la cultura arquitectónica había empezado a ver la informalidad con otros ojos. No ya sólo como fuente de hacinamiento e insalubridad, sino como expresión de valores relacionados con la idiosincrasia local y formas de construir sostenibles. Hizo mucho por este cambio la exposición “Architecture Without Architects”, celebrada en 1964 en el MOMA de Nueva York y cuyo catálogo, escrito por Bernard Rudofsky, tuvo una gran influencia a nivel internacional. El libro recorría el mundo sin límites geográficos, explorando formas vernáculas de arquitectura donde el vínculo entre los habitantes y su entorno parecía ser más profundo que en los nuevos barrios construidos en Europa y Estados Unidos.

Dos factores hicieron inviable la demolición y sustitución de los barrios informales en las nuevas megalópolis de países en vías de desarrollo: su enorme escala y la nueva actitud de la arquitectura ante la informalidad. Lo que ha llevado al desarrollo de un amplio abanico de estrategias proyectuales a lo largo de los últimos cuarenta años. Las analizamos a través de cinco ejemplos paradigmáticos.

Construir con el tiempo

Los tejidos informales se caracterizan por su continua evolución y crecimiento orgánico. Esta condición procesual es una de las enseñanzas que recogen tanto el proyecto de vivienda Aranya (Doshi) como el proyecto Quinta Monroy (Alejandro Aravena). En el caso de Aranya, el proyecto pone en marcha un proceso de autoconstrucción. Se proporciona un núcleo energético en torno al cual se distribuirá la vivienda progresivamente, en función de las necesidades de cada familia. 

En el caso de Quinta Monroy, cada familia recibe una semilla de vivienda que con el tiempo puede ser ampliada. Así, las familias pueden llegar a tener casas con características de clase media. Las instalaciones de la semilla de vivienda se encuentran dimensionadas de acuerdo las necesidades de la casa una vez ampliada, de forma que las obras posteriores son asumibles para la mayoría. 

Preservar las comunidades. Generar nuevas redes de solidaridad

Uno de los grandes aciertos del proyecto Quinta Monroy es el de mantener a las familias en el mismo lugar donde vivían. De esta manera, se mantienen los lazos afectivos de solidaridad que existen en los tejidos informales y que en los proyectos de realojo terminan perdiéndose. Esta estrategia es precisamente la que sigue el proyecto Empower Shack en Ciudad del Cabo. Está basado en la reconstrucción de unidades comunitarias, en las que cada vecino erige su vivienda en el mismo lugar donde vivía previamente, colaborando tanto en su diseño como en su construcción. 

Además de contar con el apoyo de las autoridades municipales de la ciudad, el proyecto se financia a través de un programa de microdonaciones en las que los ciudadanos pueden colaborar con el proceso de mejora del barrio. Con esta estrategia progresiva se está consiguiendo un círculo virtuoso. Los vecinos que ven el éxito del proyecto comienzan a organizarse para participar, y los espacios comunes del barrio comienzan a percibirse como un lugar valioso y una fuente de orgullo, favoreciendo así su cuidado y preservación.

Acupuntura infraestructural y eliminación de fronteras

En otras ocasiones, en lugar de afrontar la mejora de los barrios informales desde las viviendas, se hace desde su espacio público y su mejora infraestructural. Es el caso del Metrocable de Medellín. Fue uno de los proyectos más influyentes en los inicios del nuevo milenio. De una forma creativa e innovadora, consigue ligar el problema de la movilidad metropolitana con la mejora de los tejidos urbanos informales que se extienden alrededor de la ciudad y que generan verdaderas fronteras de exclusión. 

En un contexto urbano marcado por la herencia de violencia y fractura social de la época de Pablo Escobar, la llegada a la alcaldía de Sergio Fajardo cambió el rumbo en la evolución de la ciudad. Junto al arquitecto Alejandro Echeverri, el nuevo consistorio puso en marcha la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU). Su misión sigue siendo la de transformar los barrios informales a través de proyectos de espacio público y transporte urbano. Uno de sus grandes aciertos fue abordar el reto de transformar la ciudad desde la interdisciplinariedad y la amplitud de miras.

La implementación del sistema de transporte Metrocable fue la herramienta fundamental para iniciar los procesos de mejora urbana. Esta forma de comunicación en altura minimizó el impacto en los tejidos existentes, favoreciendo el contacto entre zonas de la ciudad que de otra forma permanecerían aisladas. 

Inspiración vernácula

El sistema de cúpulas de adobe arracimadas que forma el proyecto Majara en Irán bien podría haber aparecido en las páginas del libro “Architecture without Architects” si no fuera porque es obra del equipo de arquitectos ZAV. Como si se tratara de un poblado construido a lo largo del tiempo, el proyecto dibuja una textura orgánica que se extiende sobre el terreno fundiéndose con el paisaje. Enteramente construido con materiales, técnicas y mano de obra del lugar, el complejo es un lugar de vacaciones abierto. Su cometido es el de reactivar la economía de la zona, además de servir de ejercicio de memoria para los habitantes de la región, que recuperan el recuerdo de cómo solían ser las construcciones y los espacios compartidos comunitarios. El tejido informal es en este caso un diseño: lo que debería ser el resultado del tiempo sale del lápiz de los diseñadores. Algunos dirán que no es auténtico, pero la calidad espacial y paisajística y el éxito local del proyecto dicen lo contrario.


El filósofo Amador Fernandez-Savater distingue dos paradigmas posibles para la organización social: “ El paradigma del gobierno” y “el paradigma del habitar”. En el primero, la sociedad se planifica desde arriba según un modelo ideal, mientras que en el segundo es la propia vida la que diseña el entorno a medida que se va desenvolviendo. Como demuestran los proyectos que hemos recorrido, la práctica arquitectónica contemporánea saca su mejor versión cuando sabe acompañar la vida sin renunciar al diseño como herramienta para hacerla más vivible.

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