200 Best. Memoria necesaria

Desde la C.guide hemos propuesto la selección 200 Best. 200 obras que responden de manera ejemplar a los retos y oportunidades de la arquitectura contemporánea en el mundo. En estos artículos profundizamos en las líneas temáticas con las que se estructura la lista.


Victor Hugo daba por muerta la arquitectura como medio para registrar la historia, en favor de la palabra escrita. El novelista francés lo consideraba la consecuencia lógica de la invención de la imprenta en el siglo XVI. No obstante, la arquitectura contemporánea se empeña en llevarle la contraria. Cinco siglos después, siguen existiendo hechos históricos que es necesario inscribir en el territorio. Actuando como nodos articuladores de la memoria colectiva, las obras que vamos a recorrer construyen lugares de especial intensidad. Lugares que al ser transitados evocan la oscuridad de los peores momentos del pasado, y al mismo tiempo plantean preguntas sobre qué futuro queremos.

Museo Judío de Berlín. Una cicatriz en el suelo urbano

El museo Judío de Berlín (Libeskind) nos sitúa en un cruce de caminos subterráneo al que se acede a través de un edificio clasicista del siglo XVIII. Uno de los caminos lleva a una habitación sin salida, la torre del holocausto; otro conduce al jardín del exilio, en el exterior del edificio; y el último conecta a través de unas largas escaleras con el recorrido museístico. 

El camino zigzaguea en torno a un vacío abisal que se ha de atravesar en varias ocasiones, mientras se pueden escuchar testimonios de supervivientes del Holocausto, así como aprender sobre la importancia de la cultura judía en la historia alemana. La vida sigue, pero el vacío continúa presente. Genera un sonido sobrecogedor cuando alguien pisa sobre las caretas metálicas que tapizan su superficie. 

El edificio se construye como una cicatriz en el suelo de Berlín. El volumen metálico queda atravesado por multitud de aperturas que parecen incisiones afiladas, grietas por donde penetra la luz en algunos momentos. Visitar este museo es evocar el pasado, recorrer caminos que nunca se debieron haber tomado y tomar conciencia del vacío sobre el que se construye la sociedad europea. Un vacío que nunca debe ser olvidado.

Memorial del Holocausto. El laberinto cuadriculado

En la misma Berlín, otro monumento rememora el Holocausto. En una explanada junto a la puerta de Brandenburgo, se extiende un paisaje de bloques de hormigón de límites difusos. El monumento, diseñado por Eisenman, evoca mediante la cuadrícula la lógica burocrática y sistemátizada detrás del genocidio judío, que ya fue denunciada por Hannah Arendt con el concepto de la banalidad del mal. 

El suelo es una superficie alabeada, lo cual contribuye a llenar de desasosiego la experiencia del visitante. Al internarnos en el monumento, vamos perdiendo las referencias urbanas. Nos enfrentamos al laberinto: lleno de caminos posibles, pero todos iguales. Solo repetición. Sin darte cuenta entramos y de repente ya estamos fuera. Puede que aflore la angustia, pero puede también que la banalidad de la mirada del turista se imponga. En cualquier caso, el paisaje artificial queda ahí como recuerdo imborrable de la barbarie que fue capaz de cometer el régimen nazi con la aquiescencia de una de las sociedades más cultas de la Europa de su época.

Memorial del Campo de Rivesaltes. Más que una simple ruina

El campo de concentración es uno de los tipos arquitectónicos más desgraciados que haya podido salir de la imaginación espacial humana. Clave en el genocidio cometido por los nazis, es necesario recordar que fue y aún es utilizado es utilizado por muchos otros regímenes. El Campo de Rivesaltes, en el sur de Francia, fue creado en 1939. Los exiliados republicanos fueron los primeros en ser internados tras la Guerra Civil Española. Poco después llegaron los gitanos y los judíos, que en su mayor parte acabaron siendo deportados a los campos de exterminio alemanes. 

El proyecto para convertir el lugar en un espacio de memoria, diseñado por Rudy Ricciotti, decide conservar las estructuras existentes en su estado de deterioro actual. Los entiende como símbolo del paso del tiempo y de la necesidad de pensar el pasado. En la gran explanada donde se obligaba a congregarse a los internos se sitúa un monolito tumbado sobre la tierra, semienterrado pero inclinado, asomando por uno de sus lados.  El proyecto construye una ausencia: una gran caja negra que recoge los testimonios de las víctimas, los cuales permiten que los muros semiderruidos de los pabellones adquieran un valor distinto al de una simple ruina.

Monumento Nacional por la Paz y la Justicia. Memoria y conversación

El racismo está detrás de muchos de los peores momentos de la historia, y en Estados Unidos tiene raíces profundas. De la mano lleva una larga historia de lucha antirracista. Parte de ella es el trabajo de la organización Equal Justice Initiative, que, tras un trabajo de documentación exhaustivo sobre los casos de terrorismo racial en el sur de Estados Unidos, ha conseguido que se levante el Memorial Nacional para la Paz y la Justicia. Diseñado por Mass Design, se erige en lo alto de una colina recordando un templo clásico, en el que el peristilo está formado por una serie de piezas de acero cortén que no llegan a tocar el suelo.

Cada una de ellas lleva inscrita los nombres de las víctimas, y representa los lugares donde se han producido linchamientos por motivos raciales. Este memorial no sólo consigue homenajear a las víctimas. También inicia una conversación acerca del problema del racismo que ha de extenderse por toda la geografía del país. Para ello, el memorial despliega en su perímetro réplicas de los bloques monumentales, a la espera de ser reclamados e instalados como hitos conmemorativos en otros lugares donde se produjeron ataques.

Reichstag. Recuperar capas históricas

En la última obra volvemos a Berlín, al centro del sistema democrático del país: el Reichstag. Como es sabido, los nazis lo incendiaron el 27 de febrero de 1933, provocando no sólo su ruina sino la del sistema democrático de la República de Weimar. No fue hasta después de la caída del Muro y la reunificación alemana cuando se decidió recuperar el edificio como sede del Parlamento. El proyecto de Foster + Partners consigue hacer visible la historia del edificio removiendo elementos poco afortunados de intervenciones pasadas, e integrando capas históricas antes ignoradas. Por ejemplo, los grafitis en ruso de algunas de sus paredes.

Mención especial merece la nueva cúpula de vidrio, un espacio público y transparente situado justo encima de la sala donde se reúnen los parlamentarios. Un símbolo del espíritu de transparencia y de la rendición de cuentas al pueblo alemán que la cámara legislativa quiere transmitir. La cúpula es, además, un dispositivo climático que reduce el gasto energético y asegura la iluminación natural. Una forma de reconstruir la memoria y al mismo tiempo proyectarse hacia el futuro.

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