“Soñamos a lo grande con un centro cultural para nuestro pueblo”: Entrevista a LaFábrika deTodalaVida

Vista aérea de la fábrica rehabilitada, con Los Santos de Maimona al fondo

Conversaciones sobre reto demográfico (II)

En 1956, la fábrica de cementos Asland fue inaugurada en Los Santos de Maimona (Badajoz). Se erigió para proporcionar material de construcción a las infraestructuras proyectadas por el Plan Badajoz, y en su punto álgido llegó a emplear a más de 400 personas. Diecisiete años después, en 1973, echó el cierre. Los Santos de Maimona perdió entonces más de 2.000 habitantes, casi un cuarto de su población. Por su parte, la fábrica fue vendida al ayuntamiento y quedó abandonada durante más de tres décadas. 

Su nueva vida comenzó en 2009. El proyecto LaFábrika deTodalaVida ocupó su espacio con la intención de rehabilitarla y convertirla en un centro cultural comunitario. Así, en 2013 comenzó una primera fase de rehabilitación mediante procesos de autoconstrucción y materiales reutilizados. En 2015, la fábrica abrió sus puertas al público con varios programas de actividades. En 2021 recibió un espaldarazo con un premio de la Nueva Bauhaus Europea, en la categoría “Espacios urbanos y rurales regenerados”. 

Desde el NEB Meeting Point Sur+ hemos querido conocer más de su historia y sus métodos de trabajo, ya que aúna varias facetas que consideramos de gran interés: los valores de sostenibilidad, belleza e inclusión de la Nueva Bauhaus; la reutilización del patrimonio industrial; y la activación cultural de los entornos rurales. Para ello, hemos hablado con Siro Santos García, uno de los confundadores de LaFábrika deTodalaVida.


Siro Santos García

¿Cómo dio sus primeros pasos LaFábrika deTodalaVida?

El proyecto empieza en 2009. Yo formaba parte de ConceptuArte, un pequeño colectivo de estudiantes de Bellas Artes en la Universidad de Granada. Todos éramos de Los Santos de Maimona y de Zafra, que es el pueblo de al lado, y nos unía el interés por el espacio público y la militancia en centros sociales. Formábamos parte de la red Arquitecturas Colectivas, y habíamos participado en varias experiencias como el Patio Maravillas de Madrid, la Casa Invisible en Málaga, Can Batlló en Barcelona… Entonces se les llamaba centros sociales de segunda generación: proyectos que tenían que ver con el mundo okupa, pero con una visión mucho más amplia.

¿La idea fue hacer un centro así en el pueblo?

En parte, sí. LaFábrika nació con dos grandes objetivos, que a día de hoy conservamos. Uno es, efectivamente, es el acceso a la cultura contemporánea en el medio rural, adaptando a su contexto la actividad de esos centros culturales de las grandes ciudades. El otro objetivo es la defensa del patrimonio industrial.

También fue una vuelta a casa.

Totalmente. El tema del reto demográfico, como se le llama ahora, nos tocaba mucho por ser jóvenes extremeños. Los números dicen que un 50% de la población joven se va de Extremadura por la falta de oportunidades laborales. Nosotras mismas nos fuimos a estudiar fuera, y descubrimos unos entornos del arte y la cultura contemporánea que tampoco abundan en Extremadura. Entonces, quisimos soñar a lo grande. ¿Por qué no tener en el pueblo un lugar donde pudiéramos desarrollar nuestros proyectos culturales, sociales y artístico-creativos? ¿Por qué no recuperar 40.000 metros cuadrados de una cementera abandonada para poner allí un centro cultural comunitario? Una cementera que además  forma parte de nuestras vidas, porque ha sido espacio de juego, indagación y refugio para muchas generaciones de Los Santos de Maimona. Nosotras siempre decimos que antes rompíamos cristales y ahora los estamos reponiendo [risas].

Tras ese duende inicial del proyecto, ¿cómo se consolida LaFábrika a un nivel más técnico o administrativo?

Aunque viniéramos de una ética okupa, para que el proyecto tuviera futuro hacía falta una cooperación público-social. En 2010 tuvimos la primera conversación con el Ayuntamiento de Los Santos de Maimona. Para ceder al colectivo la cementera, que es de titularidad pública, se firmó un primer convenio bastante rudimentario. Pero con las elecciones de 2011 vino un cambio de partido y ese convenio se rompió. Ahí se abrió otra etapa muy interesante. Las conversaciones con el Ayuntamiento se volvieron muy tensas y empezaron a eternizarse. Entonces, lo que decidimos fue empezar la rehabilitación… a la vez que negociábamos legalizar esa rehabilitación. Porque de haber tenido que esperar, habríamos perdido toda la energía de la comunidad que teníamos en ese momento.

Vídeo-resumen de LaFábrika deTodalaVida realizado para los premios de la Nueva Bauhaus Europea

Nos llama mucho la atención lo común que es este fenómeno. Es decir, que el ritmo de la administración puede aniquilar los fenómenos emergentes en la ciudad, y los obliga a moverse un tiempo en la alegalidad. ¿Cómo siguió el proceso?

En 2013 montamos una estrategia a dos años colaborando con Recetas Urbanas, el estudio de Santiago Cirugeda. Se constituyó un grupo motor de asesores y organizamos unas jornadas de autoconstrucción para rehabilitar la fábrica. Por esas jornadas pasaron unas dos mil personas. Esta estrategia nos sirvió para dos cosas. Por un lado, trabajar con la autoconstrucción, que sigue siendo una pata fundamental de LaFábrika. Fue una manera de socializar la rehabilitación con otros colectivos, y darles a estas personas formaciones específicas para que aprendieran de madera, carpintería, corte, uso de herramientas, soldadura… Y por otro lado, forzar a un nuevo convenio con la administración pública, con LaFábrika ya convertida en una realidad.

¿Cuándo se firmó ese convenio? 

En 2015. Dos meses antes de firmarlo dimos un acelerón para cubrir todo el código técnico de arquitectura y hacer legal la rehabilitación: cambio de cubierta, acondicionamiento de los espacios, rampas de accesibilidad y demás. Es el convenio que sigue vigente, y que han replicado muchos otros centros sociales. Lo que pasa es que es un convenio que regula básicamente la rehabilitación, pero en un espacio menor del que ocupamos ahora y que no abarca la realidad del proyecto como centro social.

¿Cuánto espacio de la fábrica tenéis rehabilitado ahora mismo?

El proyecto de rehabilitación que firmamos en el convenio era el cambio de cubierta, que legalizaba 200 metros cuadrados. Pero ahora mismo tenemos casi 500 metros del espacio interior rehabilitado, más una huerta-jardín de unos 3.000 metros regenerados con un proyecto de permacultura. Además, hay una plaza que tenemos bastante conquistada con otros 4.000 metros. Ahora mismo estamos en negociaciones para firmar un convenio nuevo que ya tenemos redactado, que cubre esta nueva realidad y que está más adaptado a los nuevos modelos de cooperación público-social que se están promoviendo desde Europa.

¿Cómo van esas nuevas negociaciones?

Pues llevamos un año y medio con el convenio redactado, pero aún no hemos podido ponérselo al Ayuntamiento encima de la mesa. Estamos ante una situación de silencio administrativo un poco paradójica. Nos han dado un premio de la Nueva Bauhaus, el único en Extremadura, de los pocos que se han dado a contextos rurales de menos de 10.000 habitantes… y nos encontramos en una situación en la que nos llaman de todo el mundo, pero nos cierran las puertas del ayuntamiento de nuestro pueblo.

¿El premio de la Nueva Bauhaus Europea ha ayudado a reforzar los valores de LaFábrika?

Sí, desde su mismo planteamiento. En nuestro colectivo hemos trabajado con administraciones públicas de todo tipo y escala, pero cuando vimos la convocatoria de la Nueva Bauhaus tuvimos por primera vez la sensación de que ahí no había que “decorar” nada. Nos pedían que contáramos lo que habíamos hecho, y eso es lo que hicimos de una forma muy sincera. Fue un choque descubrir que Europa estaba demandando iniciativas como la nuestra. También nos gustaron sus términos. No somos muy amigos de palabros de moda, pero lo de sostenibilidad, belleza e inclusión lo veíamos algo más sencillo, y que encajaba con lo que veníamos trabajando.

Y cuando veis que os dan el premio…

Fue un bombazo. Nunca hemos estado fuera del mundo institucional, pero sí que hemos sido más cercanos a los colectivos de autogestión o propuestas culturales muy independientes. Y aquella fue la primera vez que tuvimos la sensación de que todo eso podía formar parte de algo grande de verdad. Los siguientes meses fueron un no parar. Estuvimos en el laboratorio de la Nueva Bauhaus y conectamos con un montón de proyectos de toda Europa que querían que nos asociáramos. Pero también entramos en crisis.

¿Por qué?

Porque no teníamos una infraestructura humana que sostuviera los niveles de trabajo que nos estaban planteando. Tened en cuenta que LaFábrika es un proyecto de voluntarios. No tenemos el personal especializado de plantilla con el que sí cuentan otros proyectos que nos propusieron asociarnos. Nos vimos muy quemados y frustrados por el tamaño y la burocracia que implica trabajar en Europa. Además, veníamos de unos años complicados por la pandemia, en los que pusimos muchísimo esfuerzo para mantener la actividad de LaFábrika con todos los requisitos sanitarios. Así que a finales de 2021 decidimos parar y replantearlo todo.

¿Y qué salió de ahí?

Insistir más en algo que ya planteamos aprovechando el parón del confinamiento: descentralizar LaFábrika deTodalaVida para reescalarla en tres proyectos paralelos, cada uno con sus propios ritmos y personal. Uno es la Kacharrería, que canaliza todo lo que hemos ido trabajando en autoconstrucción, pero ahora con un taller permanente que tiene un espacio dedicado. Otro es Siempre Viva, que trata de reverdecer el entorno de la cementera mediante actividades de agroecología y permacultura. Y el tercero es Corralón Records, un estudio y un sello discográfico, también dentro de la fábrica, para artistas locales y del entorno extremeño. Esta estructura de decisiones más redistribuida nos da la capacidad de poder hacer acercamientos mejor dosificados a colectivos europeos. Al final, se trata de cuidarnos y hacer que toda la comunidad esté a gusto con los pequeños pasos que vamos dando, en lugar de arriesgar nuestra estabilidad por dar un paso demasiado grande. El siguiente paso es que haya una liberación del personal y sueldos dentro de cada proyecto, y una estrategia a largo plazo. Aunque para afianzar esa seguridad necesitamos firmar el nuevo convenio, que entre otras cosas contempla un plan a diez años.

¿Cuál es es esa visión a diez años de LaFábrika?

Convertirnos en un espacio pedagógico en el que podamos trasladar todas las experiencias que hemos vivido. Queremos que cada uno de los tres proyectos tenga una línea educativa, de regeneración de la comunidad. Ya trabajamos a un nivel multigeneracional, con gente de treinta y largos a chavales de 18 años. Pero nos gustaría ampliar hasta la tercera edad, y también al entorno infantil. Por ejemplo, nos estamos planteando construir un pequeño parque infantil. Eso es parte de otra cosa bonita que ha ido ocurriendo: que la cementera se ha convertido en un lugar al que la gente va a pasear y echar el rato. Eso es parte de lo que queremos hacer con Siempre Viva, convertir la cementera también en un entorno paseable con especies vegetales protegidas. Sería una forma muy interesante de combinar la conservación del medio ambiente con la del patrimonio industrial. Luego está el proyecto de la Kacharrería, que queremos abrir más al público y diversificar sus talleres; y Corralón Records, que nos gustaría que creciera como plataforma de distribución que acompañara a los artistas durante todos sus procesos.

Y fuera de los tres proyectos, ¿qué más ideas de futuro manejáis?

También queremos convertir a LaFábrika en un entorno de residencia física para creativos. Que la gente se pueda quedar durante un tiempo a investigar y a desarrollar sus propios proyectos dentro de la cementera. Para nosotras sería una forma de devolver algo a todas las personas que durante estos años han pasado por aquí y han aportado sus conocimientos. También tenemos sometida a debate la forma jurídica de LaFábrika, porque nos gustaría crecer en nuestras conexiones con las administraciones públicas haciéndolas lo más igualitarias posible.

Desde la perspectiva del reto demográfico, ¿qué ha aportado LaFábrika al entorno de Los Santos de Maimona?

Cuantitativamente, es difícil medir nuestro impacto. Primero, porque no podemos valorarlo sólo a nivel local. El nuestro es un nivel local expandido, ya que por aquí ha venido y viene muchísima gente de Sevilla, de Mérida, de Almendralejo, de Zafra, de Villafranca de los Barros… Segundo, porque no valdría de nada observar su actividad por la cantidad de gente que ha entrado o salido de la comunidad en estos años, que es el dato engañoso con el que se suele hablar de reto demográfico. Porque LaFábrika tiene una infraestructura mucho más redistribuida: ha estado en otros muchos proyectos, y muchos otros proyectos han pasado por nuestra comunidad. Ya sea gente que se ha formado o ha estado trabajando aquí, ya sean colectivos a los que hemos cedido nuestros espacios o infraestructuras. Y tercero, también habría que valorar los flujos de entrada y salida que permite LaFábrika. Que no son retornos directos al entorno rural, pero sí que ofrecemos a quien vuelve, ya sea temporal o permanentemente, un espacio donde aterrizar. La seguridad de que, en tu pueblo, vas a tener un sitio donde seguir desarrollando tu actividad creativa junto a una comunidad cultural. Y ese es un valor muy importante para incentivar el retorno.

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