“Necesitamos preservar los valores de obras como la fábrica Clesa”. Entrevista a la Fundación Alejandro de la Sota

Exterior de la fábrica Clesa. Imagen cedida del archivo de la Fundación Alejandro de la Sota.

Desde 1997, la Fundación Alejandro de la Sota promueve la conservación, preservación y difusión de la obra del maestro arquitecto y los valores que la impulsaron. De la Sota es uno de los casos más paradigmáticos de la desprotección que afecta al patrimonio moderno y contemporáneo. Hemos visto cómo muchas de sus obras han sido alteradas sustancialmente o, en el peor de los casos, demolidas. Esa fue la suerte que corrió en 2017 la Casa Guzmán, pese a estar considerada una de las obras maestras del siglo XX. Actualmente, la Fundación está en lucha por evitar que una intervención desvirtúe los valores de otra de las grandes obras del arquitecto: la antigua fábrica de Clesa. De estas y otras cuestiones hablamos con su hijo Alejandro de la Sota Rius, patrono de la Fundación y su representante en la plataforma ARCA, una red de colaboración que, promovida por  la Fundación Arquitectura Contemporánea con el apoyo de la Dirección General de Agenda Urbana y Arquitectura (MITMA), contribuirá a evitar que joyas como las que nos dejó De la Sota desaparezcan de nuestros entornos.


Alejandro de la Sota Rius, con el Gimnasio Maravillas de fondo

Desde tu perspectiva, ¿quién fue Alejandro de la Sota?

Mi padre fue, sobre todo, un apasionado de la arquitectura. Le daba una enorme responsabilidad para mejorar el bienestar de las personas. Cuando empezó su carrera, a finales de los cuarenta, España estaba prácticamente por construir. Mientras que otros lo enfocaron solo como un negocio, mi padre formó parte de una serie de arquitectos que vieron la oportunidad de mejorar el entorno de la gente haciendo buena arquitectura. Esa era su ética. En cuanto a su praxis, hizo virtud de la escasez de materiales y medios de la época. Consiguió trabajar con muy pocos recursos, pero con mucha innovación y creatividad. Por eso está muy alejado de la arquitectura-espectáculo. Si pasas por delante del Gimnasio Maravillas, puede no parecer que dentro hay una obra maestra.

En esas cuestiones se adelantó mucho, porque ya estaba aplicando planteamientos que ahora están de plena actualidad: la arquitectura sostenible, con menos recursos, menos es más, una cara más humana…

Él decía mucho que su trabajo no era hacer arquitectura, sino resolver problemas. Veía sus proyectos como un reto: con los elementos de los que disponía, cómo iba a cubrir mejor las necesidades de la gente que iba a utilizar ese entorno. Por eso es difícil hablar de un estilo Alejandro de la Sota. Porque cada obra es única en su manera de resolverlos. Relacionado con la cara más humana, otra frase que repetía mucho era que en la arquitectura no hay nada más importante que el ambiente que crea, porque el ambiente es conformador de conductas. Y eso es una constante en su obra. Por ejemplo, su antiguo estudio, que ahora es la sede de la Fundación: entras y enseguida notas un ambiente de paz, de trabajo, de pensamiento…

Esa humanización de la arquitectura también es una forma muy efectiva de acercarla a la sociedad.

Sí, y hay otra idea que mi padre defendía: que no todo lo que se construye es arquitectura. Que la arquitectura es cuando se construye con alma. Un buen proyecto hecho por un buen arquitecto te cambia la vida. Vas a los Pueblos de Colonización, por ejemplo, y la gente después de setenta años allí te cuenta lo feliz que ha sido y lo que ha disfrutado ese ambiente. Los vecinos de Esquivel (Sevilla), que es un pueblo que diseñó mi padre, nos dijeron eso mismo en una jornada que organizaron allí hace unos meses. Casos similares nos tienen que servir para hacer ver que un arquitecto no es alguien ajeno a nosotros que hace obras muy espectaculares, sino una persona que nos resuelve problemas para ayudarnos a vivir bien.

El sol, la cal y la sal. Mini-documental elaborado por los vecinos de Esquivel (Sevilla), un pueblo de colonización diseñado por Alejandro de la Sota

¿Qué lugar crees que ha ocupado tu padre en la historia de la arquitectura?

Fue uno de los introductores del movimiento moderno en España. Tras sus primeros años, llegó un momento en el que se tomó un periodo sabático para pensar en otras formas de hacer arquitectura. Fue entonces cuando recogió influencias de maestros como Mies van der Rohe o Marcel Breuer, pero adaptadas a la realidad del país. El patrimonio que ha dejado tras de sí mi padre se está revalorizando mucho, ahora que en todo el mundo se está empezando a conocer bien el movimiento moderno español. Está contribuyendo a la imagen internacional de la arquitectura española, y a una parte de ella que era más desconocida.

¿Cómo surge la Fundación Alejandro de la Sota?

Nació al fallecer mi padre en 1996. Entonces, desde la familia, nos planteamos: ¿qué se hace con todo el material de cincuenta años de profesión? La constituimos como fundación para profesionalizar la gestión de su legado; con un patronato donde están presentes arquitectos de prestigio y con una directora, Teresa Couceiro, que como arquitecta colaboró con mi padre durante sus últimos ocho años. No debía ser solo un tema familiar, sino algo al servicio de la arquitectura. La idea fue que sus documentos de trabajo se compartieran con las nuevas generaciones. Para eso ha sido fundamental la digitalización, que a mí me ha tocado de cerca porque yo he trabajado toda mi vida en cuestiones de tecnología digital. Disponemos de unos 15.000 documentos, de los que llevamos digitalizados unos 3.500. El objetivo es llegar a 5.000, que son los que hemos seleccionado como los más importantes. Este material está disponible en el archivo de nuestra web, ordenado según las fases de un proyecto. Tenemos croquis, planos, fotografías de obra, y fotografías del edificio final tomadas por mi padre. Es decir, lo presentamos como un viaje por el proceso creativo de cada obra. 

¿Qué otras actividades destacas de vuestro trabajo?

Tras esa experiencia pionera, hemos trabajado en cuestiones de archivo digital con otras instituciones, en especial sobre otros arquitectos españoles del movimiento moderno. También organizamos congresos, exposiciones, visitas a la obra de mi padre, concursos para estudiantes, difundirla a nivel internacional… Sobre esto último, acabamos de colaborar con Walter & König para una monografia sobre su obra y pensamiento. Y una labor muy importante es asesorar las intervenciones en sus edificios. Solemos ayudar a los arquitectos que vienen a reformarlos enseñándoles todos los materiales originales y tratando de colaborar con ellos para que rehabiliten su obra adaptando sus usos, pero sin alterar sus valores originales.

Esto último conecta con el tema más candente ahora mismo sobre Alejandro de la Sota, que es la antigua fábrica de Clesa y el conflicto legal para hacerla Bien de Interés Cultural (BIC). Para empezar, ¿por qué consideráis importante conservar sus valores?

Mucho mejor que yo lo explican tres arquitectos de talla mundial como William Curtis, Kenneth Frampton y William Mann, que nos han remitido escritos defendiendo su relevancia [ver anexo a la entrevista]. Yo os puedo decir que es una de las obras más significativas de mi padre, proyectada en uno de sus mejores momentos. Estuvo trabajando a la vez en el Gobierno Civil de Tarragona, el Gimnasio Maravillas y Clesa. Fue pionera por su enfoque. En aquella época una fábrica solía ser un espacio lúgubre, y mi padre quiso crear para los trabajadores un ambiente luminoso, abierto y agradable. Cuando entras en la fábrica captas enseguida la emoción y la fuerza de ese ambiente; incluso ahora pese a lo mal que la han conservado. También fue muy destacada por sus soluciones constructivas. En una época en la que había mucha pobreza de materiales, utilizó el hormigón pretensado con una elegancia enorme.

¿Detectáis un interés general por ella?

Es una obra que se está estudiando mucho. En general el movimiento moderno español está generando muchísimo interés internacional. En la Fundación recibimos visitas de países como Suiza, Alemania, Australia o incluso China, que lo que vienen a descubrir es nuestra arquitectura moderna. En el caso de Clesa, por ejemplo, los alumnos de todo un curso del Politécnico de Milán están haciendo un ejercicio que consiste en proyectar posibilidades de uso de la fábrica. Es decir, que tenemos centros importantes de arquitectura a nivel mundial que siguen muy de cerca el caso.

Mientras que aquí llegó a haber un intento de demolerla.

Sí, la salvamos por la campana. La empresa propietaria ya tenía dentro las máquinas de demolición cuando nos avisaron los vecinos. Fue entonces cuando iniciamos una campaña, que vino apoyada por un movimiento vecinal fuerte. Ese es un factor fundamental: la fábrica está integrada dentro de un barrio, y ese barrio la ha hecho suya.

De ahí pasamos al proyecto de intervención tan polémico, que desde la Fundación rechazáis.

Después de salvarla del derribo, la empresa propietaria organizó un concurso de ideas. Se decidió convertirla en centro cultural, y el actual Ayuntamiento la incluyó en un concurso que se llama Reinventing Cities. Nosotros no lo vimos claro, porque las bases tenían más que ver con el medio ambiente que con la arquitectura. Hablaban de la recuperación de parcelas industriales sin considerar el valor patrimonial. El Ayuntamiento nos prometió que la arquitectura tendría peso en la decisión final, y nosotros solicitamos que en el jurado estuviesen Docomomo, el Colegio de Arquitectos de Madrid, la Escuela de Arquitectura… Pero nada de eso ocurrió. Nos encontramos con que la otras dos propuestas finalistas habían entendido perfectamente el ambiente industrial del edificio y lo respetaban, mientras que la ganadora todo lo contrario. Nos indigna, además, otro detalle. Que en el consorcio de esa propuesta ganadora hay una multinacional holandesa, y que ya en su país ha rehabilitado fábricas para convertirlas en centros de innovación con mucha inteligencia. En general, en los Países Bajos hay un gran respeto por la arquitectura industrial; consideran algunas de sus obras como monumentos nacionales. Pero estos holandeses llegan a España y esa sensibilidad se les olvida. Lo reducen a un negocio inmobiliario.

¿Fue entonces cuando se decidió pedir la declaración de BIC?

Nos pareció que era la vía lógica para protegerlo, porque la declaración de BIC aseguraría que los proyectos de rehabilitación contemplasen los valores del edificio. Creamos una plataforma que tuvo múltiples apoyos, pero el Ayuntamiento no dio marcha atrás al proyecto y la Comunidad de Madrid nos denegó la petición. Consideraron que el grado de protección que tenía Clesa ya bastaba, aunque era mínimo. Tras la denegación vino una buena noticia: que en la Asamblea de Madrid se votó la declaración de BIC, y el PP se abstuvo (pese a que es quien gobierna en el Ayuntamiento y la Comunidad), mientras que el resto de partidos, de Vox a Podemos, votaron a favor. Lo mismo ocurrió en un pleno del Ayuntamiento de Madrid. En ese caso, el PP votó en contra, pero la declaración salió aprobada. Y es esperanzador que partidos tan opuestos como Vox y Podemos estén de acuerdo en que hay que proteger obras como Clesa. Mientras todo esto ocurre, tenemos interpuesto un recurso de alzada a través de Liebre por gato, una asociación creada para la defensa de la fábrica. Esperamos que reacciones como estas tengan su efecto y la Comunidad de Madrid se replantee la calificación.

¿Cuál es vuestro mayor pero al proyecto de rehabilitación aprobado?

Yo siempre digo que una obra de arquitectura se puede demoler con las máquinas o con una rehabilitación poco inteligente. El proyecto lo que conserva es la fachada y el volumen exterior, pero en las obras de mi padre lo importante es lo que ocurre dentro. Y eso no lo respeta en absoluto. No queda nada de la obra original si destruyes ese ambiente, esa atmósfera, que para mi padre era la razón de ser de la arquitectura.

¿Qué aportan a la sociedad estas luchas por el patrimonio moderno y contemporáneo?

El reto aquí es hacer ver que no hablamos de un debate entre arquitectos, sino de un debate social. Hay muchas asignaturas pendientes. Para empezar, que los criterios para distinguir la buena y la mala arquitectura se enseñen desde el colegio. Todo el mundo vive en una casa y en una ciudad, y todo el mundo tiene algo que decir sobre cómo habitarlas; más si les damos herramientas para ello. También hay problemas en las escuelas de arquitectura, donde, por ejemplo, no se estudia con profundidad y con seriedad el movimiento moderno español. Y lo que no se conoce no se valora. Se suelen celebrar mucho los cascos históricos de las ciudades antiguas. Pero, como decía mi padre, ¿qué tienen alrededor? Si no se cuida lo que construimos hoy y no se conserva lo que tiene valor, tendremos cascos antiguos muy bonitos, pero las siguientes generaciones no podrán conocer la buena arquitectura de las épocas que les precedieron.

En el caso de la arquitectura moderna española, ¿qué es lo que vale la pena transmitir de ella?

Los hemos resumido en una página web que le hemos dedicado desde la Fundación. Sobre todo, creo que tienen que ver con arquitectos comprometidos con su oficio y con un sentido de la responsabilidad social. Crear ambientes para el bienestar de las personas, como decía antes. De cara a las nuevas generaciones, también hay algo de lo que ya hemos hablado: cómo, desde ese compromiso social y en un contexto de escasez de medios y materiales, se podía hacer buena arquitectura con muy poco. Que es un panorama al que ahora vuelve a enfrentarse el oficio.


Anexo: Extractos de tres informes en defensa de la antigua fábrica Clesa

William J. R. Curtis
Historiador y crítico de arquitectura

“La fábrica es un ejemplo de arquitectura industrial que eleva los hechos puros y duros de la estructura y la función a un nivel expresivo como obra de arquitectura. Los volúmenes escultóricos del conjunto, los lucernarios escalonados rematados por ventiladores cilíndricos y la distribución de la luz en los espacios interiores abiertos sugieren incluso una dimensión poética. […] Las modificaciones propuestas destruyen por completo el espíritu de la obra original, llenándola de clichés estándar”.

Kenneth Frampton
Arquitecto, miembro honorífico del RIBA

“No solo se trata de una ingeniosa obra con una estructura de acero para los fluorescentes de una elegancia excepcional, sino que también la estructura de su cubierta se ha tratado cuidadosamente teniendo en cuenta la relación con la topografía accidentada del lugar. ¡La propuesta actual es muy poco compasiva con su uso original, su forma tectónica y su paisaje! ¡Espero sinceramente que esta obra de una vulgaridad tan descarada no obtenga permiso!”.

William Mann
Arquitecto, miembro del RIBA

“Es una de las pocas fábricas/complejos industriales proyectadas por un destacado arquitecto y que, por tanto, muestra cómo la arquitectura ‘vernácula’ industrial fue absorbida por la cultura arquitectónica. […] Cuando la visité en 2018, me animó mucho ver que, aunque requiera mucho trabajo, el edificio estaba completo e intacto en esencia, con sus cualidades y valores aún muy presentes”.

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