Moisés Puente sobre Francisco Alonso, su zapatería brutalista y la defensa del patrimonio

Desde la Fundación Arquitectura Contemporánea, no podemos más que suscribir la necesaria reflexión que Moisés Puente publica en el diario El País a raíz de la intervención proyectada sobre la célebre zapatería brutalista del arquitecto Francisco Alonso en el número 55 de la madrileña calle Jorge Juan, de la que ya hablamos en este blog.

Desde el más que justificado miedo a que desaparezca otra excelente pieza de patrimonio arquitectónico contemporáneo, pero con la incansable determinación de frenar este tipo de despropósitos, os invitamos a leer el artículo que tan sabiamente compone Moisés Puente.

En el peor de los casos, si hubiera una demolición, seguirá a otras desgracias que, lamentablemente, estamos acostumbrados a presenciar en este santo país que tan poco interés muestra por el patrimonio arquitectónico, tenga este la antigüedad que requieren las leyes o no (¡qué más dará todo eso!). La lista de barbaries es interminable, y en un repaso breve de las más dolorosas nos encontramos los laboratorios Jorba (Madrid, 1965), conocidos popularmente como la Pagoda, de Miguel Fisac, demolidos en julio de 1999; la conocida galería de arte Joan Prats (Barcelona, 1976), de Josep Lluís Sert, destruida en 2015; la casa Guzmán (Algete, 1972), de Alejandro de la Sota, destruida sin que nadie se percatara de ello en 2016 para sustituirla por una casa pretenciosa, anacrónica y sin el más mínimo interés; o, si nadie es capaz de evitarlo, la casa Vallet de Goytisolo (Madrid, 1956), de José Antonio Coderch, que lleva tiempo bajo la amenaza de la piqueta.

Uno se pregunta por qué las mentes neoliberales no son capaces de reconocer el valor y el talento de obras que compran y sobre las que actúan (¡anda que no habrá miles de locales anodinos disponibles!) para acabar construyendo espacios mediocres –lo que Rem Koolhaas llamaría “espacio basura”–, pero también por qué las administraciones, con su lentitud y su dolorosa pasividad, son incapaces de preservar un patrimonio arquitectónico que es de todos y velar porque podamos seguir disfrutando de él.

Artículo completo en El País

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