Fachadismo: el postureo aplicado a la salvaguarda del patrimonio
Al caminar por el casco histórico de cualquier ciudad, es habitual encontrarnos con un paisaje arquitectónico y urbanístico bastante cuidado: calles limpias, señalización adecuada y completa, al servicio del turista, tiendas de recuerdos repletas de postales en las que los edificios destacan contra un cielo azul, más favorecidos que nunca… ¿Pero qué hay detrás?
De forma bastante literal, lo único que se sostiene de ese conjunto es el decorado externo. El edificio patrimonial sonríe para la foto, pero está vacío de autenticidad. O más bien, vaciado. Este fenómeno, conocido como fachadismo, constituye una seria amenaza para el bienestar patrimonial de nuestras poblaciones.
El fachadismo consiste en la conservación de la fachada de un edificio, por lo general histórico, al que se le atribuye algún tipo de valor arquitectónico o cultural, construyendo tras ella un edificio totalmente nuevo. Es decir, se trata básicamente de poner a una nueva construcción una máscara patrimonial. Fachadismo también puede referirse a la edificación de nueva planta siguiendo para la fachada un estilo arquitectónico que imita al período histórico predominante en el entorno. El problema principal de este fenómeno puede resumirse de la siguiente forma: una práctica arquitectónica que antepone la cohesión escenográfica a la integridad estilística y funcional de una obra, que privilegia la resonancia de postal por encima de la vivencia real de los espacios construidos, está condenada a ser un mero arreglo decorativo.
Uno de los ejemplos más significativos de fachadismo en España lo constituye el Banco Hispano Americano, en la plaza Canalejas de Madrid. Tras la llamada Operación Canalejas quedó revocado parcialmente de su estatus de protección patrimonial. Esto es, todo el edificio estaba protegido como Bien de Interés Cultural hasta que la Comunidad de Madrid lo redujo únicamente a su fachada y primera crujía. Inmediatamente, el cambio permitió el vaciado casi total de su estructura interna para adaptarlo a nuevos usos hoteleros.
Existen centenares de casos más, muchos de ellos desconocidos para el público general, que siguen esta tendencia. No debemos confundir en ningún caso patrimonio con escenografía decorativa, y es tarea de una práctica arquitectónica responsable y orientada a las personas la garantía de una ciudad coherente y veraz.
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