“Ciudad 24”: memorias de una ciudad en desaparición
Ciudad 24 (二十四城記, Jia Zhangke, 2008)
Esta película forma parte del ciclo “Octubre Urbano”, programado por la FAC en la Filmoteca de Andalucía


Ciudad 24 empieza con la imagen-espejo de uno de los planos más relevantes de la historia del cine: los obreros saliendo de la fábrica en la primera película producida por los hermanos Lumière, inventores del cinematógrafo.
Imagen-espejo porque, en la película de Jia Zhangke, los obreros entran en lugar de salir. Y porque si los Lumière abrían con este plano una gran historia (la del cine), Jia anuncia la clausura de otra. ¿Cuál es esa historia? ¿Qué ocurre con esos obreros? ¿Por qué filmar esa fábrica?
En los siguientes planos, Jia filma con detenimiento los trabajos en el interior, obreros que monótonamente van pasando una pieza detrás de otra por las máquinas. Son planos que también entrañan una enorme carga cinematográfica. El cine, hijo de la revolución industrial, nos ha dejado imágenes icónicas al respecto: el movimiento frenético de Chaplin entre engranajes, las fábricas humeantes de la Metrópolis imaginada por Fritz Lang, la utopía industrial que Dziga Vertov escenificó en El hombre de la cámara… Pero en Ciudad 24, este imaginario parece otra cosa.




No es difícil detectar en la fotografía, lúgubre y marcadamente digital, una noción de decadencia. Si el cine de comienzos del siglo XX filmaba el esplendor (con sus luces y sus sombras) de una era industrial, el de comienzos del siglo XXI va parejo a su declive, cuando no camina directamente sobre sus ruinas.
En efecto, pronto sabremos que la entrada de los obreros a la fábrica es para el anuncio de su inminente desaparición. En una ceremonia en el salón de actos, un directivo explica el punto de partida que asume la película. La “fábrica 420” (que así se llama), fundada en 1958 para la producción y reparación de material aeronáutico militar, está a punto de ser demolida. Y con ella, las instalaciones residenciales y de servicios en las que llegaron a vivir 30.000 trabajadores y 100.000 familiares. Estas instalaciones formaron una ciudad propia en la metrópolis de Chengdú. Se la llamó “Ciudad 24”. Ahora, sus terrenos (de titularidad pública) han sido vendidos a una promotora privada, que va a echar abajo todo para construir un complejo de apartamentos de lujo y un hotel de cinco estrellas.


Jia Zhangke rodó Ciudad 24 en esos últimos momentos antes de la desaparición. Se adentró en la “fábrica 420”, entrevistó a sus trabajadores y extrabajadores, y quiso recoger la memoria de esa ciudad que iba a dejar de existir a la par que registrar sus espacios. El esfuerzo va acorde a la fijación del director por contar una Historia alternativa de la China contemporánea: una Historia al margen del discurso oficial, centrada en la gente humilde. Y habitualmente, lo ha hecho de la mano de espacios de memoria frágil. No en vano, dos años antes rodó su película Naturaleza muerta en la ciudad de Fengjie justo cuando empezaba su demolición y antes de que fuera sepultada por la puesta en marcha de la Presa de las Tres Gargantas.
Ciudad 24 tiene una particularidad en comparación con aquella película. En apariencia, es un documental, estructurado sobre nueve testimonios de obreros que pasaron por la fábrica y cuentan sus historias. Pero si cinco de esas personas son auténticos extrabajadores, las otras cuatro no pasan desapercibidas para un público chino: son actores muy conocidos en el país, que están interpretando testimonios ficcionados. Hay incluso algún guiño. Una de esas actrices es Joan Chen, que en 1979 se convirtió en estrella al protagonizar la película Pequeña flor… y que en Ciudad 24 interpreta a una obrera a la que sus compañeros apodan “Pequeña flor” por su parecido con la chica de la película.
Lejos de ser un capricho, este juego de mixturas entre la realidad y la ficción da más riqueza a lo que, a ojos de Jia, hace que una ciudad sea ciudad. Que son las historias de sus espacios y sus habitantes, las que podamos recordar o fabular sobre ellos. Historias que rescatar de entre los escombros y que nos recuerdan que todo espacio arquitectónico está para ser llenado.




Deja una respuesta