Cambiar la percepción del territorio: entrevista con AMB, ganadores en los premios Nueva Bauhaus Europea

Antes y después: así ha cambiado el proyecto de regeneración de las dunas el paisaje en las playas de Barcelona

En junio difundimos los resultados de los premios New European Bauhaus de este año. Sin embargo, somos conscientes de que, con frecuencia, pasada la fiebre de la celebración, nos quedamos en la superficie de las situaciones reales, del trabajo y de la lucha que hay detrás de este reconocimiento. De ahí surge esta entrevista con el equipo de AMB (Área metropolitana de Barcelona), para profundizar en las cuestiones de forma y de fondo que encierra su ya laureado proyecto de recuperación de los paisajes dunares del litoral metropolitano. La propuesta busca mitigar la pérdida de superficie de playa causada por el cambio climático —muy afectada por la recurrencia de fuertes temporales marítimos— y de desaparición de la biodiversidad. Todo ello desde la concienciación y la participación ciudadana.

Para hablar de estas cuestiones, nos atendieron Noemí Martínez García (jefa de sección de diseño, documentación y divulgación), Alba Barrera Esteller (técnica del servicio de playas del área metropolitana) y Nuria Machuca Granero (técnica de proyectos de promoción y dinamización de parques y playas), de la Dirección de Servicios del Espacio Público del AMB.


¿Qué ha supuesto el premio para vuestro equipo?

Una alegría enorme, porque reconoce a todo un engranaje. Detrás de esto hay muchísimos equipos técnicos involucrados, pero también sectores educativos, entidades, grupos escolares, particulares que han sido asiduos a las actividades…

Antes de nada, queremos comprender bien ese engranaje. Nos llama mucho la atención la figura de AMB, porque no es común que exista un organismo tan definido para gestionar las áreas metropolitanas. ¿Podéis explicarnos cómo funciona AMB, qué capacidades tiene, cómo se forman los equipos…?

AMB es una administración pública local para los 36 municipios del área metropolitana de Barcelona. Básicamente, es un cuerpo técnico enorme que les da servicio y asistencia técnica. Para explicaros como funcionamos, lo mejor es que vayamos de arriba abajo. La base es que AMB tiene competencias en urbanismo, movilidad y transportes, ecología, cohesión social, vivienda… Esas competencias se organizan en grandes áreas de gestión. Nosotras nos movemos en una de ellas, que es la de territorio. Que, su vez, se divide en tres departamentos: vivienda, urbanismo y espacio público. Este último es el nuestro. Y ya terminando de aterrizar, espacio público tiene varias patas, y una de ellas se dedica al mantenimiento y gestión de los espacios metropolitanos: el litoral (en ocho municipios que van de Montgat a Castelldefels) y una red de 52 parques metropolitanos. Ahí estamos nosotras.

Intervenciones del proyecto para mejorar las áreas de ecosistemas dunares.
Fuente: Área Metropolitana de Barcelona (AMB)

¿Y cómo entran en este esquema todos esos otros sectores que mencionabais, más allá de los equipos técnicos?

Eso parte de algo en lo que creemos mucho aquí, y es que la gestión no es solo mantenimiento sino también explicar y mostrar estos espacios a la gente. Hacer partícipes a los ciudadanos para que ellos también los cuiden.

Hablamos de participación, entonces. Nuestra experiencia es que suele ser un reto. Hay que definir bien cómo se coordina con la labor técnica, y más allá de convocar a la gente para ciertas actividades, conseguir que tenga cierto calado. ¿Cómo conseguís que sea activa y efectiva?

También es una cuestión del gran engranaje que hay detrás de esto. Aparte de lo que ya hemos explicado, dentro de AMB tenemos equipos dedicados a la promoción, tanto entre el público familiar como en el ámbito escolar. Y estamos en completa coordinación con los técnicos municipales, equipos de medio ambiente y departamentos de educación de cada ayuntamiento. Así que para ejecutar las actividades con el público integramos a las entidades del territorio, que son las que lo conocen bien y saben moverse por sus redes. Todo eso lo estructuramos alrededor de un gran programa, Aprenem a la xarxa (“aprendamos en red”), que comprende programas de educación medioambiental. Lo que hacen es llevar iniciativas a las escuelas en las que no solo se escucha a un guía o una clase magistral, sino que los estudiantes intervienen sobre el medio y lo cambian. Eso vincula muchísimo, porque esos espacios tienen una parte suya, que luego hace que vayan con sus padres a enseñárselo.

Es más fácil cambiar la forma de comprender el paisaje cuando tienes 15 años que cuando tienes 50, desde luego. Imagino que de ahí viene ese énfasis en la educación.

Claro. Y salen cosas preciosas. Tenemos un proyecto participativo con chavales y chavalas de 15 o 16 años que trabajan con un educador ambiental conceptos sobre el ecosistema, y como punto final dirigen ellos mismos una gran actividad que cuenta a la comunidad todo lo que han aprendido. Cuando presentamos la temporada de playas solemos hacer un acto que se llama Estiu metropolità (“verano metropolitano”), y que normalmente se inaugura con unas palabras del gerente. Pues bien, lo que hemos hecho hace poco es que, además de eso, vinieran estudiantes de un instituto a explicarnos su proyecto en una rueda de prensa.

¿Percibís un cambio en la visión de la gente de ese territorio y sus usos en el tiempo que lleváis trabajando?

Ha habido un cambio importante, sí. Cuando en 2014 empezamos con el proyecto, a regenerar y construir nuevas dunas, al principio mucha gente se lo tomó como que les estábamos quitando sitio para poner la sombrilla. Que no es así, porque lo que queremos es que esos espacios sean amables, que el que haya un palo y una cuerda no implique que sean espacios prohibitivos. En cualquier caso, ahora que perciben cómo ha cambiado todo el paisaje no solo del frente litoral sino de las ciudades, están encantados. Lo cuidan mucho, y son los ciudadanos los que avisan cuando ven que hay usos inapropiados, porque sienten muy suyos esos espacios. En buena parte ha sido una cuestión de comunicar y comunicar, aun a riesgo de hacernos pesados.

En el proyecto se habla mucho de las dunas como un ecosistema principal dentro del área metropolitana de Barcelona, que es una concepción que trasciende el trabajo puramente técnico. Imaginamos que esto implica perfiles multidisciplinares.

Totalmente. Nosotras, como equipo técnico, nos encargamos del seguimiento y del control diario del estado de los ecosistemas dunares. Pero también hay una colaboración muy estrecha con el equipo de promoción, con el de mantenimiento de playas, o con especialistas en fauna y flora que se subcontratan. Sin irnos muy lejos, desde este año tenemos a expertos elaborando censos de aves, mamíferos y lepidópteros. Y haremos también un seguimiento de la vegetación de las playas. Queremos comprender bien la biodiversidad que tenemos en esos ecosistemas, y para eso necesitamos estudios especializados.

En el informe del proyecto habláis de la presión que ha sufrido el sistema de dunas, hasta el punto de haber destruido su funcionamiento. ¿Cuáles son los principales agentes que generan esa presión?

Como en toda la costa española, desde la segunda mitad del siglo XX se empezó un proceso de urbanización y construcción de puertos que ha ido rompiendo la dinámica del ecosistema litoral. Tiene mucho que ver con el turismo y los usos de ocio, claro, pero no podemos verlos como algo contra lo que tenemos que luchar. Estos usos son el sustento de buena parte de las economías locales. El reto está en su integración en la gestión de los ecosistemas. Es cuestión de sensibilizar, de ver la playa no solo como algo lúdico, sino como un espacio que nos reconecta con la naturaleza.

Intervenciones del proyecto para compatibilizar el uso recreativo de las playas metropolitanas con la accesibilidad, la inclusión y la protección de los ecosistemas dunares.
Fuente: AMB

Además del turismo y el ocio, ¿qué otros agentes de presión hay?

La densidad de población del área metropolitana de Barcelona es un factor importante. También hay que tener en cuenta que el litoral está situado en una zona muy estratégica en cuanto a recursos e infraestructuras. Tenemos el puerto de Barcelona y la cantidad de vías de comunicación que entraña, que nos da un tejido urbano muy denso y muy difícil. Tenemos el factor de que el delta del Río Llobregat es un espacio protegido. Y tenemos el aeropuerto, con todas las complicaciones que conlleva y a las que hay que sumar el proyecto de la nueva ampliación. Además, todos estos factores de presión estallaron en los años sesenta o setenta, que fue un periodo de gran desarrollo económico y social sin que existiera la conciencia ecológica y de protección del territorio que tenemos hoy.

Decís también en el informe que, en el pasado, se encontraban en el litoral usos más compatibles con la naturaleza. ¿Cuáles eran?

Hablamos de una zona que, antes de ese desarrollo, era agrícola. La percepción entonces era que había que cuidar el territorio, porque de ello dependía directamente la subsistencia.

¿Hay una propuesta a futuro en este sentido, quizá de recuperar usos tradicionales?

Eso ya sería para nota. Ahora mismo nuestro camino es enseñar lo que tenemos y cómo se puede proteger. Aunque alguna experiencia local en esa línea sí hay. Por ejemplo, hemos difundido una actividad del ayuntamiento de El Prat de Llobregat que se llama Plantem arròs (“plantemos arroz”) en una finca pequeña en una zona de marismas. En general, en el valle de Llobregat se ha protegido y se promueve el uso agrícola para potenciar los cultivos locales. El reto que nos queda es vincularlo todo desde una nueva percepción del territorio.

Aparte de la pérdida de biodiversidad, ¿cómo afecta el deterioro de esos ecosistemas a la vida humana en el área metropolitana?

Pensemos que toda el área metropolitana tiene una salida al litoral que está recibiendo los envites del cambio climático. Los temporales son cada vez más fuertes, está aumentando el nivel de las aguas y eso nos lleva a una situación dramática de regresión de las playas, porque las pérdidas de arena son enormes. Ante ello, lo que puede ofrecer el proyecto es prevenir estos efectos negativos.

Entendemos que esta regeneración del paisaje dunar es un proceso continuo, que tendrá un seguimiento y una serie de actividades que seguirán promoviendo el cambio en la visión del territorio… Una vez cerrada la fase de proyecto, ¿qué frentes se abren o qué problemas queréis seguir tratando?

Aunque estamos contentas con el trabajo realizado, quedan puntos críticos. Los sistemas dunares han sido el primer frente de protección del litoral y de todas las infraestructuras que están detrás. De cara al futuro, hemos presentado informes de estabilización de las playas, que diagnostican su estado actual, problemáticas y posibles soluciones. Que no todas están basadas en la renaturalización, en algunos tramos de costa las posibles medidas van asociadas a aportaciones de arena o a infraestructuras más rígidas. Tenemos pendiente entender bien la dinámica litoral, de la que aún sabemos poco. Hemos empezado a hacer topobatimetrías o seguimientos de la parte sumergida, que es la que peor conocemos: dónde está la arena, cómo se moviliza, etc. También estamos dibujando mensualmente, con un GPS, la línea de costa de todo el litoral, y eso va a ser un instrumento que nos permita observar su evolución.

Aprovechando la sinergia con la Nueva Bauhaus Europea, ¿qué líneas os interesaría que se abrieran desde ella?

Puede ser una oportunidad para compartir toda nuestra experiencia ante lo que es un problema global, y aprender de las experiencias de otros. Estamos haciendo una acción muy local para luchar contra un reto muy global como es el cambio climático, y este espíritu va muy acorde al de la Nueva Bauhaus. También nos gustaría que el premio sirviera para hacer ver que tenemos una crisis importante en las costas. Desde AMB, con proyectos como el de regeneración de las dunas, tenemos nuestras herramientas, pero llega un punto en el que necesitamos el apoyo de instituciones superiores. Sobre todo desde el MITECO (Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico) y sus competencias, no están respondiendo como deberían. Hemos conseguido que funcione muy bien ese engranaje entre equipos técnicos y municipios, pero falta escalarlo a niveles autonómicos o nacionales.

Ortofotografía del área metropolitana de Barcelona. AMPLIAR
Fuente: AMB

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